Misma arma en robos a Brinks y joyería
Una fuente de la Fiscalía de El Alto reveló que, tras realizarse el peritaje de balística, se confirmó que las balas disparadas contra la Policía la madrugada del martes 23 por los asaltantes de la joyería Cristal, en la avenida Buenos Aires, salieron de la misma arma usada en el atraco a un camión blindado de la empresa Brinks el 8 de mayo de 2009.
Hace 19 meses, un grupo de asaltantes robó 19 de 22 bolsas con dinero que eran llevadas en un camión para el pago de las rentas de 500 maestros jubilados de la ciudad de El Alto.
Los delincuentes dispararon en numerosas oportunidades y dejaron sembrados los proyectiles en la sede de los rentistas del Magisterio Fiscal de Villa Dolores. La Policía recogió varios.
La madrugada del martes 23 pasado, cuatro delincuentes huían de la joyería Cristal en una vagoneta Mitsubishi y dispararon contra dos unidades policiales hiriendo de bala a un oficial y causando heridas leves a otros tres.
Los uniformados colectaron estas nuevas evidencias y el representante del Ministerio Público, que pidió reserva de su identidad, indicó que recibió informes de que las municiones fueron disparadas por una misma arma.
El jurista no reveló cuál es el calibre del armamento empleado en ambos atracos, aunque dijo que se recogió proyectiles de grueso calibre.
El peruano Carlos Alberto Junco Cáceres fue involucrado en el atraco de mayo del año pasado, pues se encontró sus huellas dactilares marcadas contra el camión atracado.
Sin embargo, Junco Cáceres no pudo haber participado en el último robo porque se encontraba detenido preventivamente en el penal de Chonchocoro, donde el antisocial peruano fue asesinado el mediodía del miércoles 24.
Junco Cáceres fue vinculado con el atraco al peaje de Vías Bolivia en la Autopista La Paz-El Alto, aunque los atracadores no emplearon las mismas armas en caso de haber sido los mismos.
“El Junco” temía ser envenenado
El súbdito peruano Carlos Alberto Junco Cáceres vivió sus últimos días atemorizado, encerrado en un ambiente fétido, enfermo y sin posibilidad de recibir ayuda de su familia o amigos.
Su viuda, Elba Calisaya, reveló que su cónyuge temía ser envenenado dentro del recinto carcelario altiplánico, por lo que revisaba minuciosamente su almuerzo antes de ingerirlo, pues la ronda que servía los alimentos llegaba al final hasta la atalaya de vigilancia convertida en celda en la que vivía.
“Pasaban por su cuarto después de que entraban por el galpón de régimen cerrado. Entonces, antes de comer, me dijo que revolvía su plato en busca de veneno u otras cosas que pudieran haberle puesto”.
Por ello, dijo que renunció a cenar. Además, era asmático y padecía diabetes. Cuando fue recluido preventivamente en Chonchocoro, se le cambió la medicación y sufrió desajustes intestinales, pero no podía ir al baño común. Debía emplear el retrete de su celda, que estaba completamente tapado y despedía un olor nauseabundo.
Por ello, colocó su camastro al lado de un ventanuco que dejaba entrar el frío del altiplano a toda hora.
A través de ese espacio, unos compatriotas suyos le pasaban su desayuno, pero la Policía lo prohibió, pese a lo que se daba modos para recibir alguna comida por las mañanas sin temor a que hubiera sido manipulada.
Para destacar
Carlos Junco era considerado un reo de alta peligrosidad, por lo que Régimen Penitenciario ordenó llevarlo a Chonchocoro.
Los delegados de la sección Cancha del penal de San Pedro certificaron que observaba buen comportamiento.